-- Si Dios quiere impedir el mal, pero no puede; entonces no es omnipotente.
-- Si puede, pero no quiere impedirlo; entonces es malévolo.
-- Si puede y quiere impedirlo; entonces ¿cómo es qué existe el mal?
-- Si no puede, ni quiere impedirlo; entonces ¿por qué llamarlo Dios?
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Este sofisma es conocido como Paradoja de Epicuro (340 a.C.) un ateo contrario a Platón; a quien los ateos modernos elogian alegremente "por su lógica aplastante y por su pregunta que nadie responde: ¿Si Dios existe por qué permite el Mal? ".
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Sin embargo, el Cristianismo Rx. declara que Dios permite el Mal, porque es indispensable que todos los humanos lo enfrentemos en todas sus formas y dimensiones, durante muchas vidas para reconocerlo y saber cómo engaña y ataca.
Esto, con el propósito de aprender a dominarlo en todas las circunstancias y condiciones de nuestra vida; para evolucionar espiritualmente hasta alcanzar la perfección del alma. Y algún día todavía lejano, volver al Mundo de Dios, del que procedemos cuando fuimos creados a imagen y semejanza espiritual (no corporal) de nuestro Padre.
La semejanza es sólo espiritual y nunca corporal. Porque nosotros estamos constituidos con cuerpos hechos de carbono. Y Dios es Espíritu superlativamente elevado. Fuimos creados como espíritus originales y emanados de Dios; con sus mismas potencialidades divinas; las que debemos desarrollar y manifestar. Jesús les respondió (Juan 10:34) "¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?".
Este es nuestro destino, y para ello debemos crecer, elevarnos y fortalecernos enormemente. Pero nunca podríamos lograrlo, si vivimos “felices” , sin esforzarnos, donde ningún mal ni sufrimiento nos alcance, por estar protegidos. Pero al contrario, tenemos que correr la vida, enfrentar cada vez más y vencer los males y dificultades. Aprender a reconocer y superar los engaños y ataques de los demonios; Satán incluido.
Porque sólo así podemos alcanzar el verdadero propósito de nuestra existencia. Claro que en nuestros esfuerzos muchas veces hemos de fracasar; pero con cada fracaso aprendemos y nos fortalecemos. Para así algún día llegar vencer totalmente el mal y el sufrimiento. Además no olvidemos la eterna Ley de Causa y Efecto, porque todos nuestros errores nos producen consecuencias; ya sea en la presente vida, o en vidas futuras. No son castigos sino consecuencias.
Y si hay mucho sufrimiento, es debido a que nos alejamos del Bien; que a de llevarnos nuevamente al Mundo de Dios, del cual procedemos.
Aunque por ahora y debido a nuestros extravíos tenemos que sufrir las consecuencias. Y como aún así persistimos en lo malo, el Destino nos regresa al buen camino mediante el sufrimiento.
Desde la más remota antigüedad, muchas veces la humanidad se alejó del Bien; y para redimirla fue indispensable la intervención celestial; ya que estaba completamente perdida y no podía redimirse por sí sola.
La última vez, había ya tanta perversidad que sólo podíamos ser auxiliados por Dios Hijo, Cristo, con Su Sangre Purificadora. Él nos dejó el Cristianismo, que consiste en Amar a Dios y al Prójimo. Y nos dejó la oración Padre Nuestro, que tiene el Poder Divino que Él le confiere. Pero trágicamente muchos la desestiman, y prefieren las oracioncillas egoístas hechas por humanos.
¿Amar a Dios, es para beneficiarlo? No. Es para abrir la puerta por la que recibimos Sus bendiciones.
¿Y amar al prójimo por qué? Porque los humanos, más que hermanos somos un mismo ser, somos como las gotas de agua del océano, y como las estrellas de la galaxia.
Así que dañar a nuestro prójimo, es dañarnos a nosotros mismos. Somos átomos espirituales emanados de Dios, creados a Su imagen y semejanza espiritual. Pero como aún así no queremos seguir el Camino del Bien, entonces individual y colectivamente debemos seguirlo obligados por el sufrimiento.
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