El joven y ambicioso caballero Sir Launfal, cubierto con trajes lujosos y con su brillante armadura, parte de su castillo para ir en búsqueda del Santo Grial.
En su estandarte lleva la cruz, símbolo de la benignidad y ternura de nuestro Salvador, el amoroso y humilde Cristo-Jesús. Pero su corazón rebosa de orgullo y desdén para el pobre y necesitado.
Pronto se encuentra con un leproso, al que desdeñosamente le lanza una moneda de oro, como quien le tira un hueso a un perro hambriento...
"El leproso no alza el oro del polvo, y dice:
Mejor para mí es el pan del pobre; y
Mejor es la bendición de éste,
Aunque deba retirarme de su puerta con las manos vacías.
No son verdaderas dádivas las que sólo pueden tomarse con la mano.
Porque es inútil el oro despreciable de aquel que da, sólo porque le parece obligación hacerlo.
No son verdaderas dádivas las que sólo pueden tomarse con la mano.
Porque es inútil el oro despreciable de aquel que da, sólo porque le parece obligación hacerlo.
Pero aquel que da desde su pobreza, y para alguien que no está al alcance de su vista,
-Ese Hilo de Belleza, sostenedor universal, que todo lo penetra y une,
- La mano no puede abarcar toda su dádiva,
El corazón ansioso extiende sus brazos,
Porque Dios acompaña y provee al alma, que perece en la oscuridad".
A su regreso, Sir Launfal encuentra que otro está en posesión de su castillo; así que se dirige a la puerta de salida...
"Ya viejo y doblegado, gastado y débil,
Vuelve de su búsqueda del Santo Grial;
Poco caso hace a la pérdida de su señorío;
En su capa ya no luce la cruz,
Pero en lo profundo de su corazón lleva el signo,
La divisa del pobre y del que sufre".
Entonces, nuevamente encuentra al leproso, quien nuevamente le pide una limosna. Y esta vez el caballero responde de diferente manera...
Y Sir Launfal le dice: "veo en ti
La imagen de Aquel que murió en el madero;
Tú también tienes tu corona de espinas,
Tu también sufres los escarnios y los desprecios del mundo,
Y en tu vida no faltan
Las heridas en las manos, en los pies, y en el costado.
¡Hijo de la clemente María, reconóceme.
Mira, por Él te doy a ti!"
A su regreso, Sir Launfal encuentra que otro está en posesión de su castillo; así que se dirige a la puerta de salida...
"Ya viejo y doblegado, gastado y débil,
Vuelve de su búsqueda del Santo Grial;
Poco caso hace a la pérdida de su señorío;
En su capa ya no luce la cruz,
Pero en lo profundo de su corazón lleva el signo,
La divisa del pobre y del que sufre".
Entonces, nuevamente encuentra al leproso, quien nuevamente le pide una limosna. Y esta vez el caballero responde de diferente manera...
Y Sir Launfal le dice: "veo en ti
La imagen de Aquel que murió en el madero;
Tú también tienes tu corona de espinas,
Tu también sufres los escarnios y los desprecios del mundo,
Y en tu vida no faltan
Las heridas en las manos, en los pies, y en el costado.
¡Hijo de la clemente María, reconóceme.
Mira, por Él te doy a ti!"
Observa al leproso; porque sus ojos le traen recuerdos; y le reconoce, y...
"El corazón se le hace ceniza y polvo;
Parte en dos, su única hogaza de pan,
Rompe el hielo a la orilla del arroyo,
Y le da de comer y beber al leproso.
De pronto, una transformación se opera...
"El leproso ya no está triste a su lado, sino que
Glorioso permanece ante él,
Y una Voz aún más dulce que el silencio le dice:
"¡Mira, soy yo, no temas!
En muchas tierras gastaste tu vida sin provecho,
Buscando el Santo Grial;
¡Mira, aquí está!
- Es la taza que acabas
De llenar en el arroyo para mí;
La hogaza de pan es mi cuerpo partido para ti,
Esta agua es la sangre que por ti derramé en el madero;
La Sagrada Cena se efectúa ciertamente,
En cualquier lugar, cuando aliviamos el hambre y el sufrimiento de otro.
Pues la dádiva sin el dador es estéril;
Quien da su mismo ser, alimenta a tres con su dádiva:
A sí mismo, a su prójimo hambriento, y a mí."
* * * * * * *
"Visión de Sir Launfal"
por James Russell Lowell (1819-1891)