Lo fundamental del Auténtico Cristianismo Esotérico, o Enseñanza Rosacruz, es el Evangelio del Servicio. Max Heindel.
Es en gracia a nosotros que la Divinidad se manifiesta en el Universo. Las grandes Jerarquías Creadoras fueron y algunas continúan siendo "nuestros servidores." Los luminosos ángeles estelares, con cuerpos de fuego que vemos rodar por el espacio trabajaron con nosotros durante siglos innumerables, y hasta vino Cristo para darnos los impulsos espirituales necesarios en aquella época.
También es en extremo significativo que en la parábola del juicio final Cristo no dice: "Bien hecho, tú grande y erudito "filósofo," que conoces la Biblia, la Cábala, el Concepto Rosacruz del Cosmos, y todos los otros libros de la literatura misteriosa, que revelan los trabajos intrincados de la "Naturaleza". Sino dice: "Bien hecho, tú buen y fiel sirviente... entra en el goce de tu Señor... Porque Yo tuve hambre y me diste de comer... Yo tuve sed y me diste de beber...
"Ni una sola palabra acerca del conocimiento; "el énfasis total es para la fidelidad y para el servicio." Existe una profunda razón oculta para esto: "El servicio construye el cuerpo del alma," el glorioso velo nupcial, sin el cual nadie puede entrar en el Reino de los Cielos, denominado en ocultismo "La Nueva Galilea," y no importa en la medida que nosotros estemos conscientes de la marcha de los acontecimientos, en tanto cumplamos con nuestro deber.
Además, como quiera que el luminoso Cuerpo
del Alma se desarrolla internamente y alrededor de la persona, esta luz enseña
a su poseedor los Misterios sin necesidad de libros, y quien de este modo es
enseñado por Dios, sabe más de lo que pueden contener todos los libros del
mundo.
Con el tiempo la visión interna se abre y
el camino hacia el Templo se hace manifiesto.
Y si queremos enseñar a nuestros amigos, no importa cuán escépticos sean, ellos nos creerán si les
predicamos el Evangelio del Servicio.
Pero bien entendido, "debemos predicar con el ejemplo." Nosotros mismos debemos convertirnos en servidores de la humanidad, si queremos que los hombres crean nuestras palabras.
Si queremos que nos sigan, debemos ser el ejemplo, o en caso contrario, tienen el derecho a dudar de nuestra sinceridad. Y grabemos en nuestra mente que "vosotros sois una ciudad sobre una colina", para que al predicar la profesión de fe concederles el derecho a juzgarnos por nuestros frutos; así pues, "hablemos poco y sirvamos mucho."