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ES IMPRESCINDIBLE REFORMAR LA IGLESIA CATÓLICA

[Crímenes de los prelados católicos a través de los ojos de un antiguo funcionario del Vaticano]
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El PCB: Extracto de las reflexiones del arzobispo Viganò, de la entrevista del 8 de agosto con T. Marshall
 (Primera parte)

 El arzobispo Viganò comenta la versión publicada del tercer secreto de Fátima: «El texto de la tercera parte del secreto de Fátima lo entregó sor Lucía al obispo de Leiría en 1944: se refiere a la visión que tuvieron los tres niños pastores en 1917 y que, por voluntad de la Virgen María, debía ser revelado en 1960. Fue entregado al Santo Oficio en 1957, cuando reinaba Pío XII. Juan XXIII lo leyó en 1959 y decidió no hacerlo público».

 Seguidamente, el arzobispo Viganò afirma que se ha manipulado el texto del tercer secreto de Fátima: «Pablo VI hizo lo mismo en 1967. Juan Pablo II lo leyó en 1978. En el 2000, con ocasión del jubileo, dispuso su publicación haciendo creer que se trataba del texto íntegro, atribuyendo para sí mismo la visión del papa abatido, y más precisamente para el atentado que sufrió en la Plaza de San Pedro el 13 de mayo de 1981.

 La sospecha de que el texto del secreto ha sido manipulado es más que fundada. Más allá de las anomalías e incoherencias técnicas —como el formato del soporte papel utilizado por sor Lucía— me parece evidente que el contenido "revelado" ha sido censurado, para no confirmar lo que está a la vista de todos: la demolición de la Iglesia católica desde dentro».
 El arzobispo Viganò habla de la jerarquía que sometió el secreto de Fátima a su censura: «Por otra parte, no es sorprendente que una jerarquía que adultera la Sagrada Escritura y el magisterio pueda llegar también a censurar las palabras de la Santísima Virgen en el ámbito de apariciones reconocidas por la Iglesia».

 Carlo Maria Viganò explica por qué lo enviaron desde la Secretaría General de la Gobernación del Vaticano como nuncio a EE. UU. No fue un ascenso, sino todo lo contrario: «Aunque el papa Benedicto me había expresado en dos ocasiones su voluntad de nombrarme presidente de la Prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede en sustitución del cardenal Velasio de Paolis —un cargo, me dijo, "en el que podría servir mejor a la Santa Sede"— Bertone consiguió que me enviaran a Washington, lejos de la curia romana y de aquellos a los que había "molestado" en mi lucha contra la corrupción».

 El arzobispo Viganò indica la razón del interés de Bergoglio en su lucha contra la corrupción. Bergoglio no estaba interesado en eliminar la corrupción, sino en averiguar los nombres de los prelados corruptos para poder chantajearlos: «El 23 de junio de 2013, cuando me reuní con Bergoglio, él, después de preguntarme sobre McCarrick y los jesuitas en Estados Unidos para sondear cuál era mi posición, me pidió que le entregara el informe que yo había entregado a los tres cardenales nombrados por Benedicto para investigar.

 Lo hice inmediatamente, y me dijo: "Tengo una pequeña caja fuerte en mi habitación. Lo llevaré allí (cosa que hizo) y lo leeré esta tarde". Es obvio que a Bergoglio sólo le interesaba saber quiénes eran los corruptos para poder utilizarlos, controlarlos y chantajearlos». El cardenal Fernández decretó la llamada excomunión latae sententiae contra Carlo Maria Viganò, supuestamente por el delito de cisma.

 El propio arzobispo Viganò explica por qué esta supuesta excomunión no es válida: «El 11 de junio me informaron por un simple correo electrónico (sin recibir nunca ninguna notificación oficial) de un juicio contra mí, por el que hubiera tenido que presentarme en Roma el día 20 para recoger las acusaciones contra mí, de modo que pudiera preparar mi defensa para el día 28, víspera de San Pedro y San Pablo. Las acusaciones que se me imputan son totalmente endebles: cisma por haber puesto en duda la legitimidad de Bergoglio y por haber rechazado el Vaticano II».

 Además, aclara en qué caso la pena establecida por la ley no se aplica a la persona acusada. Señala que el derecho tiene en cuenta la creencia del acusado de que quien se sienta en el trono de Pedro no es el papa. Según la Sagrada Escritura, los padres y doctores de la Iglesia, un hereje manifiesto queda ipso facto excomulgado de la Iglesia y, por tanto, no es un papa legítimo: «Pero el derecho reconoce la inaplicabilidad de la voluntad de cisma en los casos en que el acusado está persuadido de que quien se sienta en el trono de Pedro no es papa y, cuando se demuestre que sus sospechas son infundadas, está dispuesto a someterse a su autoridad.

 Yo considero a Jorge Mario Bergoglio un antipapa, o mejor dicho, un contrapapa, un usurpador, un emisario del grupo de cabildeo anticatólico infiltrado en la Iglesia desde hace décadas. La evidencia de su alejamiento del papado, sus múltiples herejías y la coherencia de sus actos de gobierno y "magisterio" en clave subversiva son elementos muy graves que no pueden ser descartados precipitadamente como un delito de lesa majestad».

 El arzobispo explica a continuación cómo se ve afectada la validez de los documentos emitidos por los dicasterios romanos cuando el papado lo usurpa un falso papa: «Independientemente del método y del fondo del proceso penal extrajudicial, la vacante de la Sede Apostólica y la usurpación del trono de Pedro por parte de un falso papa hacen completamente inválidos e ineficaces todos los actos de los dicasterios romanos, de modo que incluso la excomunión contra mí es nula».

 El arzobispo Viganò analiza la naturaleza del juicio espectáculo y lo califica de un cortocircuito canónico. Cuando a Bergoglio se le denuncia por herejía, no responde renunciando a la herejía, sino acusando absurdamente de cisma a quien lo denunció verdaderamente. En el caso de Bergoglio, el falso papa, el cisma es imposible.

 La paradoja es que este papa inválido promulga sentencia de excomunión contra una persona inocente por un cisma irreal. Bergoglio ya se ha excomulgado varias veces por sus herejías: «Estamos ante un cortocircuito canónico: quien ostenta la suprema autoridad terrenal en la Iglesia, en el momento en que se le denuncia por herejía responde acusando de cisma a quien le denuncia y lo excomulga. Este uso instrumental de la justicia —típico de las dictaduras— contradice la mentira del Legislador».

 El arzobispo Viganó se refiere a la bula dogmática de Pablo IV que, basándose en la Sagrada Escritura (Ga 1, 8-9), afirma que un hereje manifiesto —y hoy es Bergoglio— se ha excomulgado a sí mismo de la Iglesia y del cuerpo místico de Cristo y todos sus hechos y actos son nulos: «... bajo las disposiciones de la bula de Pablo IV, es la adhesión misma a la herejía la que expulsa al hereje de la Iglesia y convierte su autoridad en ilegítima, inválida y nula».

 Y nombra a los más peligrosos hoy en el Vaticano por su complicidad en la destrucción sistemática de la Iglesia: «Después de Bergoglio, los más peligrosos son Fernández, Hollerich, Roche, Peña Parra… Estos, junto con el secretario de Estado, Pietro Parolin, son todos cómplices de la desastrosa gestión del Vaticano y de toda la Iglesia». En cuanto al cardenal Parolin, el arzobispo llama la atención sobre un hecho extraordinario sobre el que, sin embargo, se guarda silencio: «Recuerdo de pasada que Parolin era miembro del plantel de la segunda sección de la Secretaría de Estado, dirigida entonces por el masón Silvestrini, miembro destacado de la mafia de San Galo, a la que debe su ascenso».

 - Elías, Patriarca del Patriarcado católico bizantino
 Obispos secretarios (8 de septiembre de 2024)
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  El PCB: Extracto de las reflexiones del arzobispo Viganó, de la entrevista del 8 de agosto con T. Marshall
 (Segunda parte)

 El arzobispo Viganó describe la actividad actual de algunas fraternidades, como el Instituto de Cristo Rey: «En el caso del Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote, la cuestión ritual y ceremonial parece prevalecer sobre la doctrinal, y no es casualidad que en medio de la disolución general los canónigos de Gricigliano parezcan exentos de oposición y ostracismo: no representan un problema, porque no cuestionan en lo más mínimo el nuevo rumbo y, de hecho, tienen amplias citas de documentos conciliares en sus constituciones. Los demás institutos también sobreviven».

 El arzobispo Viganó también caracteriza a la actual Fraternidad de San Pío X: «La Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, después de cincuenta años de actividad, está dando muestras de fatiga y a veces parece que su silencio sobre los horrores de Santa Marta está motivado por un acuerdo tácito de no beligerancia, quizás con la esperanza de poder convertirse en el recolector del conservadurismo y de parte del tradicionalismo católico, una vez que Bergoglio haya eliminado "la competencia" de las comunidades ex Ecclesia Dei.

 Mi temor es que esta esperanza termine ratificando el cisma de facto que ya existe en la Iglesia». El arzobispo Viganó da un pronóstico de lo que es probable que les suceda a los católicos ortodoxos que llamen hereje a un hereje manifiesto: «Los católicos se verán obligados a abandonar la Iglesia oficial como si fueran ellos, y no la jerarquía romana, los que están en estado de cisma. Una vez que se hayan eliminado las voces críticas, Bergoglio llegará a tener "su" Iglesia herética, de la que se ha desterrado a los sacerdotes y fieles que no aceptan la revolución permanente».

 El arzobispo Viganò también tiene en cuenta la desorientación de los fieles sencillos que no saben lo que ocurre tras las bambalinas de la Iglesia: «En cuanto a los fieles, creo que es necesario comprender la situación de gran desorientación y anarquía que se vive en la Iglesia». También, como exnuncio en Estados Unidos, evalúa el episcopado estadounidense: «El episcopado estadounidense es fruto de décadas de mala gestión del Vaticano: la corrupción y la presencia de un poderosísimo grupo de presión homosexual —formado en gran parte por los protegidos de McCarrick— está totalmente a favor del nuevo rumbo bergogliano, en una escandalosa sumisión a las posiciones de la izquierda radical que está destruyendo Estados Unidos.

 Entre estos corruptos se pueden contar los cardenales Spellman, Bernardin, Dearden, McCarrick y su prole, así como la Compañía de Jesús, que ha desempeñado un papel decisivo en la disolución del catolicismo». El arzobispo menciona también la parte sana de los obispos de Estados Unidos, a los que trataba de apoyar: «La parte "sana" de los obispos —que como nuncio traté por todos los medios de promover y defender— es minoritaria, conservadora pero de mentalidad conciliar».

 El arzobispo Viganò señala cómo será posible reconocer al verdadero papa en el futuro: «Pero si la Providencia se digna conceder a la Iglesia un verdadero papa, éste podría ser reconocido por la condena y la declaración de nulidad del Concilio y de los desastres que produjo». El arzobispo Viganò compara al excomulgado papa Honorio y su culpa de herejía con el actual hereje manifiesto Bergoglio: «A Honorio lo excomulgó el papa León II no porque fuera hereje, sino porque "se esforzó, con impía traición, en subvertir la fe inmaculada", porque no había condenado claramente la herejía monotelita, según la cual en Cristo no había dos voluntades...

 La acción subversiva de Bergoglio es mucho más grave, como son mucho más graves las herejías que el Vaticano II no solo no combatió, sino que se convirtió en su vehículo pastoral en un colosal engaño al cuerpo eclesial». El arzobispo Viganò muestra lo que traerá la revolución en la Iglesia, que se inició en secreto por el Concilio y que, obviamente, está siendo completada por el pseudo papa Bergoglio: «La revolución conciliar —de la que Bergoglio es el ejecutor implacable— tiene como objetivo la disolución del catolicismo romano en una falsa religión sin dogmas de inspiración masónica, disolución que se logrará mediante la parlamentarización de la Iglesia según el modelo de las instituciones civiles. Esto requiere una reducción del papado y la extinción de la sucesión apostólica, junto con un derrocamiento radical del sacerdocio ministerial».

 El arzobispo Viganò no aborda aún en profundidad la cuestión de los papas conciliares y posconciliares, pero advierte contra lo que han producido: «... aunque por el momento sea oportuno suspender el juicio definitivo sobre los papas del Concilio, es necesario poner entre paréntesis, por así decirlo, todo lo que produjeron, en particular el catecismo y la enseñanza doctrinal, la reforma de la misa y de los sacramentos, y entre estos el rito de conferir las órdenes sagradas».

 El arzobispo Viganò comenta la cuestión de la validez de la ordenación de obispos y sacerdotes, y, en consecuencia, de la validez de la misa y de los sacramentos en el período pos-Vaticano II. Concluye subrayando la necesidad de restaurar la integridad del depósito de la fe: «Lo que sí puedo decir es que, respecto a las tesis del sedevacantismo o del sedeprivacionismo —que también tienen elementos que pueden compartirse teóricamente—, no es posible creer que el Señor haya permitido que su Iglesia permanezca eclipsada y privada de los medios ordinarios de la gracia —los sacramentos— durante más de sesenta años, con obispos y sacerdotes no válidamente ordenados y, en consecuencia, con misas y sacramentos inválidos.

 El mysterium iniquitatis no puede implicar la pérdida de la asistencia prometida por Cristo a la Iglesia: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos" (Mt 28, 19). Pero por nuestra parte es indispensable restaurar la integridad del depositum fidei...».

Elías, Patriarca del Patriarcado católico bizantino
 (9 de septiembre de 2024)